sábado, 12 de mayo de 2012

El origen y declive de las libertades individuales en la sociedad civil contemporánea


La conexión entre el capitalismo y la democracia ha constituido un binomio desde sus inicios. Y ambas han sido las dos caras de una misma moneda llamada libertad. La relación de estas surge aproximadamente en el siglo XV cuando una revolución en las técnicas agrícolas dio inicio al cambio que echó a andar una maquinaria de comercio que nunca antes habían vivido las ciudades portuarias tanto del Mediterráneo como del norte de Europa. Es decir, hubo que trabajar a grandes cantidades, de manera rápida e iniciar una forma eficiente de sistematización de las actividades comerciales. Con ello, por ejemplo, se dio inicio a la aplicación de la contabilidad de doble entrada, el cambio a la numeración arábiga y el auge de la banca, creando una incipiente forma de vivir bajo las reglas de un joven o precario sentido del capitalismo.
Sin duda, fue desde un comienzo, la actividad comercial ligada al empuje y la visión de los emprendedores, la que dio inicio a una forma de vida desde la perspectiva del poder hacer, poder avanzar y desarrollar. Es decir, una forma de vida vinculada al crecimiento económico entendido como forma de ‘bienestar’. Un bienestar en la mejora de una calidad de vida que por entonces no existía o era limitada solo para la aristocracia. Fue con el incipiente sistema de crecimiento económico de hace más de 500 años, que se logró construir las bases de la libertad del individuo en la sociedad civil. Es decir, el individuo logró defender sus derechos a la protección de la propiedad privada, así como a ejercer sus libertades lejos del yugo del estado que concentraba el poder.
Este cambio suscitó un devenir de reformas que poco a poco fueron restando poder al hombre feudal, abriéndose un espacio para la conformación de sociedades más articuladas en las que se tejían mejores formas de ser del individuo como miembro de una sociedad, es decir, un individuo con derechos y libertades que lo distanciaban del poder imperante de los gobernantes que históricamente siempre han creído que pueden imponer sus leyes irrestrictas y someter al pueblo.
El ejercicio de esas libertades en el espacio de la sociedad civil antes y ahora, se reafirma con el derecho al voto. Derecho indispensable para garantizar que los gobiernos no se perpetúen en el poder y eviten cualquier posibilidad de cambio político, -aunque esta pueda constituir una ilusa paradoja en la gran mayoría de los estados que gobiernan el mundo hoy.
Lo cierto es que la cuna de una civilización en la que el individuo logre proteger sus derechos y hacer valer sus libertades, ha existido apenas en un minúsculo número de países: Gran Bretaña, el gran gestor de este fenómeno, seguido por los Países Bajos que adoptaron muchas de sus reformas y luego Estados Unidos, por ser colonia inglesa, poco más. Experiencias diversas han existido y seguirán habiendo, pero no se pueden tomar como exitosas, en el entendido de que no sean socavados los derechos del individuo y no se le margine por su ideología, (ver el acápite 2b: la democracia no liberal). El caso de la India es el más evidente y revelador en el siglo XX, según lo expone Fareed Zakaria[1] en el libro “el futuro de las libertades”, lo que evidencia que no todos los países están en condiciones de adaptarse a un sistema democrático, por muchas buenas ganas que se tenga en lograrlo. De hecho, un factor desestabilizador de este proceso lo constituye el propio pueblo al convertirse en el tirano de su propia comunidad.
Con el pasar de los siglos y de los periodos de acomodo y reacomodo, de la mano con el proceso de evolución de las ambiciones del hombre social, la democracia y el capital han dejado de ser aquella moneda llamada libertad. Los nuevos tiempos han demostrado que a pesar de que la democracia se ha horizontalizado, es decir más personas tienen un rol protagónico en la decisión de sus vidas, la libertad ha quedado relegada a un segundo plano. Lo que ha despertado en la opinión publica el desaliento y la desconfianza en rechazo al bien hacer de algunos gobiernos, fenómeno al que los Estados Unidos se enfrenta quedando desarticulados los sistemas democráticos que hace menos de medio siglo se imponían como modernos y revolucionarios.


[1] El futuro de la libertad. Las democracias ‘iliberales’ en el mundo. Fareed Zakaria. Editorial Taurus 2007.

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