La conexión entre el capitalismo y la democracia ha
constituido un binomio desde sus inicios. Y ambas han sido las dos caras de una
misma moneda llamada libertad. La relación de estas surge aproximadamente en el
siglo XV cuando una revolución en las técnicas agrícolas dio inicio al cambio
que echó a andar una maquinaria de comercio que nunca antes habían vivido las
ciudades portuarias tanto del Mediterráneo como del norte de Europa. Es decir,
hubo que trabajar a grandes cantidades, de manera rápida e iniciar una forma
eficiente de sistematización de las actividades comerciales. Con ello, por
ejemplo, se dio inicio a la aplicación de la contabilidad de doble entrada, el
cambio a la numeración arábiga y el auge de la banca, creando una incipiente
forma de vivir bajo las reglas de un joven o precario sentido del capitalismo.
Sin duda, fue desde un comienzo, la actividad
comercial ligada al empuje y la visión de los emprendedores, la que dio inicio
a una forma de vida desde la perspectiva del poder hacer, poder avanzar y
desarrollar. Es decir, una forma de vida vinculada al crecimiento económico
entendido como forma de ‘bienestar’. Un bienestar en la mejora de una calidad
de vida que por entonces no existía o era limitada solo para la aristocracia.
Fue con el incipiente sistema de crecimiento económico de hace más de 500 años,
que se logró construir las bases de la libertad del individuo en la sociedad
civil. Es decir, el individuo logró defender sus derechos a la protección de la
propiedad privada, así como a ejercer sus libertades lejos del yugo del estado
que concentraba el poder.
Este cambio suscitó un devenir de reformas que poco
a poco fueron restando poder al hombre feudal, abriéndose un espacio para la
conformación de sociedades más articuladas en las que se tejían mejores formas
de ser del individuo como miembro de una sociedad, es decir, un individuo con
derechos y libertades que lo distanciaban del poder imperante de los
gobernantes que históricamente siempre han creído que pueden imponer sus leyes
irrestrictas y someter al pueblo.
El ejercicio de esas libertades en el espacio de la
sociedad civil antes y ahora, se reafirma con el derecho al voto. Derecho
indispensable para garantizar que los gobiernos no se perpetúen en el poder y
eviten cualquier posibilidad de cambio político, -aunque esta pueda constituir
una ilusa paradoja en la gran mayoría de los estados que gobiernan el mundo
hoy.
Lo cierto es que la cuna de una civilización en la
que el individuo logre proteger sus derechos y hacer valer sus libertades, ha
existido apenas en un minúsculo número de países: Gran Bretaña, el gran gestor
de este fenómeno, seguido por los Países Bajos que adoptaron muchas de sus
reformas y luego Estados Unidos, por ser colonia inglesa, poco más.
Experiencias diversas han existido y seguirán habiendo, pero no se pueden tomar
como exitosas, en el entendido de que no sean socavados los derechos del
individuo y no se le margine por su ideología, (ver el acápite 2b: la
democracia no liberal). El caso de la India es el más evidente y revelador en
el siglo XX, según lo expone Fareed Zakaria[1]
en el libro “el futuro de las libertades”, lo que evidencia que no todos
los países están en condiciones de adaptarse a un sistema democrático, por
muchas buenas ganas que se tenga en lograrlo. De hecho, un factor
desestabilizador de este proceso lo constituye el propio pueblo al convertirse
en el tirano de su propia comunidad.
Con el pasar de los siglos y de los periodos de
acomodo y reacomodo, de la mano con el proceso de evolución de las ambiciones
del hombre social, la democracia y el capital han dejado de ser aquella moneda
llamada libertad. Los nuevos tiempos han demostrado que a pesar de que la
democracia se ha horizontalizado, es decir más personas tienen un rol protagónico
en la decisión de sus vidas, la libertad ha quedado relegada a un segundo
plano. Lo que ha despertado en la opinión publica el desaliento y la
desconfianza en rechazo al bien hacer de algunos gobiernos, fenómeno al que los
Estados Unidos se enfrenta quedando desarticulados los sistemas democráticos
que hace menos de medio siglo se imponían como modernos y revolucionarios.
[1] El futuro de la libertad. Las democracias ‘iliberales’ en el mundo.
Fareed Zakaria. Editorial Taurus 2007.
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